Bomberos forestales de todo el Estado español se han organizado para luchar por mejorar sus derechos y condiciones laborales. En octubre de este año más de 3000 de estos trabajadores se manifestaron en la ciudad de Madrid para exigir la aplicación efectiva de sus leyes básicas y la consolidación de los operativos de prevención y extinción de incendios forestales en todo el país. Todo ello en una coyuntura marcada por la precariedad de los profesionales del monte, el escaso volumen de recursos
aportados por las comunidades autónomas y la catástrofe forestal de los llamados incendios de sexta generación.

Este conflicto se puede ver como una expresión nítida de las contradicciones estructurales del capitalismo. Primero porque el colectivo de los bomberos forestales representa un perfecto ejemplo de cómo el modo de producción capitalista reduce una labor humana esencial para la sociedad a una mera mercancía dependiente de la dictadura del mercado, imponiéndole unas condiciones laborales precarias que explican la necesidad capitalista de flexibilizar y abaratar la fuerza de trabajo para aumentar el beneficio. Y segundo porque el conjunto de los gobiernos del Estado y las empresas privadas subcontratadas pretenden sacar una ganancia alta del trabajo de los bomberos, particularmente arriesgado y penoso, a costa de salarios bajos. Esto es una diferencia atroz entre el valor socioeconómico que crean y lo que reciben a cambio.

La situación se agrava con las medidas tomadas por el estado capitalista y los empresarios para amedrentar y chantajear a los bomberos, que se resumen básicamente en la creación de un modelo de estacionalidad como mecanismo de control. La temporalidad laboral, a la que muchos están
abocados, supone el establecimiento de una bolsa de trabajadores discontinuos y/o desempleados (lo que Marx denominó como el ejército industrial de reserva) que presiona a la baja salarios y derechos laborales y debilita su capacidad de negociación debido a la continua amenaza del paro o el despido. Control y disciplina capitalista contra el obrero, que no es sino una característica funcional del capitalismo neoliberal.

También tenemos que tener en cuenta que los bomberos luchan contra una auténtica expresión catastrófica de otra contradicción del capitalismo, porque qué es un incendio forestal de nueva generación sino la consecuencia del ataque del sistema capitalista a la propia naturaleza y, en
consecuencia, a la generación del cambio climático. Y por supuesto es el propio hecho del abandono de los montes y zonas rurales, que no da beneficios, y la escasa prevención una consecuencia directa de la lógica de acumulación. El capitalismo cuando no le queda más remedio utiliza la fuerza de emergencia de los bomberos, pero nunca atacará la raíz del problema ya que ahí reside su propio carácter de especulador y acumulador de beneficios.

Sabemos qué quieren los empresarios y los especuladores capitalistas, pero por qué el estado, que se supone un garante de los servicios públicos, se pone del lado del capital. El Estado español, tanto en su forma de gobierno central como autonómico es un instrumento capitalista de las políticas de contención del gasto público, de mantener impuestos bajos a los ricos y de la protección de los intereses del sector vinculado a la especulación del suelo, el mayor beneficiario del deterioro de los montes y reservas boscosas. Y por supuesto con la colaboración de los medios de comunicación que retuercen el aspecto real del bombero forestal para transformarlo a ojos de la sociedad en una especie de héroe incansable,
falsa imagen que oculta la explotación y la precariedad. Sin olvidar que el propio estado no dudará en utilizar a policías y jueces para reprimir el conflicto y criminalizar las protestas.

Apoyamos la lucha del los bomberos forestales unidos y organizados para luchar por sus derechos laborales y por la supervivencia del medio natural, demostrando así su genuina vocación de protección de los montes, pese a estar cercados por una pegajosa red de precariedad, temporalidad y escasez de recursos, auspiciada por los mismos que se apropian de los bosques cuando se queman, los mismos que se benefician de la catástrofe y del trabajo de los que hipócritamente llaman héroes.

Y no nos engañemos, el gobierno del PSOE y los gobiernos autonómicos, la mayoría en manos de los franquistas del PP, no van a resolver el problema de los montes y del medio rural en general. Están
supeditados a un régimen heredero del franquismo que prima los intereses de los capitalistas. Solo la lucha de los trabajadores les arrancará conquistas y derechos.

Solo un gobierno obrero revolverá la cuestión, solo la clase trabajadora en el poder enfrentará este difícil reto porque, a diferencia de la burguesía y sus inútiles reformas consustanciales al propio conflicto, llevará a cabo la necesaria socialización de los medios de producción forestales que no permanecerán sujetos a la lógica del beneficio, y creará un colectivo de bomberos forestales con carácter estable, público, social y dotado de todos los recursos posibles. Solo de este modo se romperá la estructura de la lógica capitalista de mercantilizar la naturaleza y la propia actividad humana. El monte no será propiedad privada ni una mercancía sujeta a los deseos capitalistas, donde la explotación del trabajo y la explotación de la naturaleza son las dos caras de la misma moneda. Esta ruptura se convertirá en un motor más del progreso socialista. La lucha de los bomberos es y será, definitivamente, un ejemplo de la lucha de clases en la era de la crisis medioambiental capitalista.

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